miércoles, 30 de septiembre de 2015

El Estado

  El Estado
En todo lo gregario, existe la necesidad de un orden, que, a su vez, requiere la presencia de un poder para su mantenimiento.

La necesidad de este orden responde a tres claras finalidades: la justicia, para la cohesión interna; la economía, para la perdurabilidad biológica y la defensa, para la supervivencia.

En el mismo inicio del existir nacional, surgen “usanzas”, “costumbres”, que son aceptadas o consentidas por el común y cuya validez de conveniencia es universalmente reconocida. El poder –cualquiera sea la forma con que actúe o el órgano en el que se personifique- ejercido en función de la costumbre, surge espontánea y simultáneamente y se identifica, en ese primer instante histórico, con el concepto de “autoridad”.

Es entonces que nos hallamos ya, en presencia del “estado”, en sus caracteres más elementales pero suficientemente expresivos.

La costumbre, que está originada en motivos pragmáticos, pues nace de la necesidad y se dirige al bien común, es, en realidad, un “habito” del organismo social, en el estricto sentido filosófico del término. En etapas más evolucionadas, la costumbre deviene en ley. Y lo que caracteriza principalmente al estado, es la presencia de la ley, expresión cuasi-cultural del fenómeno histórico que es la costumbre. En virtud de la ley, el estado adquiere una personalidad, una individualidad propia y distinta.

Cuando el poder es ejercido fielmente, en función de la ley, deja de ser mero “poder” para convertirse en “autoridad”.

Pero el estado, que en su inicio parecía ser de origen natural –tan natural como la organización de una colmena- y que pertenece normalmente al orden histórico, llega, en ciertos momentos críticos de a vida nacional, a pertenecer exclusivamente al orden cultural.

Diríamos que el estado es una forma que corresponde a la corporeidad que representa la nación.

Cuando esta forma está determinada por los lineamientos generacionales de la corporeidad nacional, el estado es un fenómeno histórico- y obra en el sentido de la autenticidad del ser nacional.

Es lo que, co menos claridad, tortuosamente y en cierto modo tomando causa por efecto, trata de expresar Spengler cuando dice: “Un pueblo está en forma cuando constituye u estado”.

Cuando es una forma artificial que no coincide o no corresponde a la realidad corporal de la nación, es un fenómeno estrictamente cultural y obra en un sentido de adulteración del ser genuino.

Es decir, que cuando la estructura del estado es el producto de puras causas históricas; cuando es el producto de la auténtica evolución institucional de un pueblo, no ofrece problemas. En cambio, cuando esta estructura responde obedece a imposiciones “racionales” de “teorías” que contradicen al ser genuino, se origina el divorcio entre la nación y el estado, a consecuencia de lo cual se produce un fenómeno de carácter histórico, por el cual, o bien el estado altera o aniquila a la nación, dando lugar en todos los casos a una nación nueva y distinta, o bien la nación destruye al estado antinacional y recrea la legítima estructura del estado, que permitirá el auténtico existir de la nación.

El estado, únicamente como fenómeno cultural, no puede alterar o destruir a la nación. Sólo puede hacerlo mediatamente, cuando llega a producir causas naturales o históricas. Si no llega a producirlas, el estado nacional es en realidad una pseudo forma, debajo de cuya aparente estructura, subsisten intactas las autenticas vivencias nacionales.

La lucha entre el estado como fenómeno histórico y el estado como fenómeno cultural, engendra la teoría del derecho.

De la alteración de los verdaderos caracteres de la ley (cuyo principal es la aceptación o consentimiento de la comunidad nacional); de la diferencia entre el concepto de “poder” y el de “autoridad” y de la degeneración del estado como fenómeno histórico, en el estado como fenómeno cultural, surgen los problemas que van a dar origen, como reacción de solución histórica, a ciertas expresiones particularísimas y circunstanciales del nacionalismo.

Extraído del Libro "Universalidad del Nacionalismo", de Emilio Juan Samyn Duco

lunes, 28 de septiembre de 2015

Definición de Nación

LA NACIÓN


Pertenece al orden natural. Es naturaleza. Su origen está en la familia misma, que trasciende, inicialmente, al clan y a la tribu, por una acción cuantitativa, hasta devenir concretamente en `Nación `. 

Por natural, entendemos lo que le ha sido `dado` al hombre; por histórico, lo que está en el mundo de las decisiones humanas. Lo que el hombre no puede cambiar es naturaleza; en lo que  puede influir, es historia. Lo que el hombre crea, es cultura.

En su inicio pues, la nación representa  una unidad racial y la convivencia de las familias que la integran, en un mismo lugar. Por consiguiente, en la idea de nación, están implícitos  el mismo origen  y el mismo paisaje, o sea, una raza armonizada plenamente en sus raíz biológica y en su adaptación telúrica.

En realidad, las naciones son agrupaciones de grande ramas consanguíneas. Aún en los países que han sufrido grandes procesos migratorios, esto vuelve a ser una realidad al cabo de cierto tiempo. Un hombre, a través de veinte generaciones, tiene más de quinientos mil  antepasados. Si una región, hace cuatrocientos años, tenía cien mil habitantes y no ha sufrido introducción de elementos foráneos de cierta importancia numérica, virtualmente los habitantes actuales son todos parientes entre sí.

Todos los elementos en conjunto: unidad de raza, influencia del paisaje, adaptación vital al medio ambiente y evolución cuantitativa que se traducirá en una heterogeneidad cada vez mayor y más compleja del ser nacional, darán definitivamente el fenómeno `nacionnación `, cuya característica distintiva será el `temperamento` nación, más preciso que las características somáticas, y más rápido que éstas  en adquirirse y definirse.

Este fenómeno que es la nación, puede sufrir <y generalmente sufre> modificaciones en su ser genuino. Tanto el paisaje, con su tan íntima  y directa influencia sobre la raza, como la raza misma, pueden cambiar o variar por causas naturales o históricas.
Cuando se pierde momentáneamente la unidad consanguínea, el paisaje vuelve a adquirir su importancia como forjador de razas, aunque su influencia, casi imperceptible para nosotros por su lentitud, provocará las consiguientes crisis en la evolución del ser nacional.
Cuando, además de quebrada momentáneamente la unidad consanguínea, no exista la fijeza o la unidad en el paisaje, la nación perdurará, no obstante, como tal, en virtud de un nexo psicológico: la voluntad de ser nación, que es al comienzo una necesidad de la vida común, y que luego, en etapas más evolucionadas en sentido de madurez -nunca de perfección- deviene sutilmente en poderosa idealización que llegará a crear en los individuos, nada menos que una jerarquía de valores.
A medida que el ser nacional evoluciona cuantitativamente, se opera una inversión, en orden de importancia, de sus elementos constituyentes. De la raza armonizada con el paisaje y tenuemente vinculada por el nexo psicológico -casi innecesario entonces- se pasa al nexo psicológico como factor principal de la constitución de la nación. Y tanto que, a veces, llega a ser absoluto y único, ya que puede darse el caso de que no exista, en un momento histórico determinado, la unidad racial y de que haya desaparecido el paisaje, por el cambio del paisaje o la variedad del mismo dentro del propio territorio y no obstante, la nación subsista y conserve intactas sus posibilidades de viabilidad.
Pocas son las naciones que han podido conservar cierto grado de pureza racial, no de unidad racial, esta sí, fácil de lograr y de conservar. Las migraciones, por causas bélicas, económicas, religiosas o políticas, han alterado permanentemente, en un constante fluctuar histórico, la pureza de las razas. La migración, en quienes emigran, implica asimismo el cambio de paisaje. En cuanto a la ausencia de paisaje -y que por su misma ausencia crea un influencia de carácter psicológico que reemplaza la específica de carácter telúrico- aparece sólo en ciertas expresiones excepcionales de "nomadismo cultural", de las cuales son una grotesca supervivencia -inclusive por su desconexión con el tiempo- las tribus gitanas. El mismo caso se da aunque con caracteres peculiarismos, en el pueblo judío y, desde luego, con mucha mayor nocuidad para las naciones que lo albergan. Más adelante veremos los problemas conexos que presentan en la actualidad, la supertécnica, la superpoblación, y conjugado con estos dos factores, el predominio nocivo de las grandes urbes sobre el espíritu de la tierra. Naturalmente, usamos el término de "raza" en su sentido habitual y convencional y no dentro del rigor científico.
Este nexo psicológico que en su inicio es simplemente un claro instinto gregario, no sólo participa de la necesidad y conveniencia de vivir en común, no sólo es un sentimiento de pertenecer a la comunidad nacional, sino que se traduce principalmente en una voluntad de pertenecer a la comunidad nacional omo ésta es y de conservarla como tal en su auténtico ser genuino, de tal manera que este nexo, para nosotros aparentemente psicológico tan sólo, llegará a constituir una ley de fidelidad específica.
La pertenencia del individuo a la nación es de carácter ineludible e inevitable como la sangre misma.En el prístino sentido de la palabra, se halla claramente expresado este concepto de origen, de filiación irreversible: nación de "nasce", nacimiento.
El "hacerce" de una nación, no está en contradicción con lo dicho. Ya que el "hacerse histórico", en el sentido de Ortega y Gasset, es un hacerse sobre una base natural. El "hacerse" deriva del "ser".
Y no solamente el hombre no podrá dejar de pertenecer a la nación, sino que todo lo humano, todo lo que sea un producto o un producirse humano, será necesaria e ineludiblemente nacional.
  Emilio Juan Samyn Duco

viernes, 25 de septiembre de 2015

El enemigo que Argentina debe vencer

El enemigo concreto es el régimen, no un partido o una tendencia determinada del mismo. El enemigo es el liberalismo, la derecha, que ha sumido en la pobreza absoluta a la mirada de los argentinos, que vendió las empresas argentinas a precio vil, que concesionó otras a cambio de climas y encima las sigue subvencionando. Los que abonan la deuda externa fraudulenta que crearon los militares y que la democracia `honra` pagándola al contado y sin quita a la Usura Mundial, aplaudida por la izquierda traidora de sus propias banderas que exigían el `no pago `. Esa deuda es el punto donde el régimen no tiene fisura ni contradicción:  de izquierda a derecha siempre paga.
El enemigo  es el progresismo, la izquierda, que disuelve el poder del Estado y destruye la autoridad estableciendo el dominio de la inseguridad -que justifica por la cuestión económica generada por la derecha- el garantismo penal y da indefensión nacional. Difunde el crimen del aborto, el consumo de drogas y la contranatura sexual como un derecho humano más. Al mismo tiempo desconstruye los valores religiosos, culturales, patrióticos, familiares, pervirtiendo el sentido común y la historia, basándose en la doctrina de los Derechos Humanos de inequívoca factura norteamericana, representada aquí por el mito de los 30 mil desaparecidos. De EE. UU. y los países centrales parten la mayoría de nuestros males, no se generan ellos por nuestra sola y propia culpa ni de ningún complot comunista internacional. La prueba de ello es que tenemos que sufrir los males que ellos sufren y no tenemos ninguno de sus beneficios...

Guillermo Rojas - Editor responsable del periódico Patria Argentina

viernes, 18 de septiembre de 2015

Sobre Estados Totalitarios


Así, Huxley, entiende que el único Estado Totalitario capaz de ser eficaz y vencer al tiempo no es aquel que urge de medios de sujeción directos (violentos o no) sino que proporciona a la población los elementos para su propia  perdición y esclavitud. No sujeta y domina al pueblo mediante el temor y los grilletes sino mediante la “distracción” y un fínisimo y casi imperceptible trabajo de Propaganda. Es decir, promoviendo tal libertinaje exacerbado entre la sociedad –en materia de costumbres- que el ciudadano no caerá en cuenta que sus libertades fundamentales han sido cortadas de hecho y derecho. Por decirlo sencillamente: le serán suficientes, para conformarse, dos comidas al día, sufragar cada dos o cuatro años, vacacionar de tanto en tanto y elegir cuál de los 250 canales de televisión visualizar (creados y monitoreados por el Estado) A lo mucho, de tanto en tanto exigirá una mejor calidad en las comidas, destinos vacacionales más accesibles económicamente, y más canales a los ya existentes. Caerá, pues, en lo meramente accesorio, superfluo, pero jamás cuestionará al sistema ni reparará en las cuestiones de fondo.


Al igual que en el mundo distópico que traza Ray Bradbury (desde su novela “Fahrenheit 451”), el cultivarse intelctualmente y pensar por sí mismo lo hace a uno sospechoso de terrorista o levantisco; incorreción política ésta que, además de poder de ser encarcelado y multado por el Estado (bajos leyes ad hoc convenientemente creadas a tal efecto), le traerá aparejada la condena social, viéndose dañada notoriamente su imagen y posición inter pares, y por esto, destinado a un ostracismo de hecho del que le será casi imposible volver.
 (...)
Si alguien osara reccionar, será calificado de reaccionario; termino que ha sido cargado con las peores connotaciones posibles. Este "reaccionario" será presentado ante la sociedad como alguien que pretende volver a tiempos pretéritos (que el Estado se ha encargado de Criminalizar); al estilo de la era "fordiana" presentada por Huxley. Traducido a la realidad inmediata, es lo que sucede en la Argentina a cualquiera que cuestione al establisment: se lo acusará de apologista de la dictadura militar del 76´ y de la Alemania de los 30´, que de acuerdo a los nuevos cánones y valores establecidos por el sistema, será lo mismo que ser acusado de asesino.

Criminalizada (y/o deliberadamente ignorada) la religión y el orden natural, el hombre que Huxley retrata -ya sin barreras morales contenedoras que encuadren su existencia y subyugado bajolo que denomina dictadura científica- se auto inflige tal sobredosis de pasiones desordenadas que termina saturado, sofocado, desorientado y perdido. Acaba consumido y arruinado, preso del consumo desmedido, del avasallamiento informativo (y des-informativo). Preocupado por la propia subsitencia económica, queda ya sin energías, voluntad o tiempo para ejercer las facultades que le son propias: pensar, contemplar, desarrollarse intelectualmente, distinguir, dedicarse a las cuestiones fundamentales; resistir y combatir el mal y la injusticia.
No faltarán tampoco, al igual que los regiménes comunistas, las operaciones denominadas "de falsa bandera" -orquestadas subrepticialmente por el Estado-, cuyo objeto no será otro que sembrar el temor en la sociedad, alertando sobre supuestas amenzas locales y/o globales -terrorismosm guerras inminentes, desastres financieros y ecológicos-, etc; operaciones cuyo resultado terminará arrastrando a toda la sociedad hacia los brazos del Estado, quien ficticiamente se erige como el único capaz de proteger a la ciudadanía.

La efectividad de este tipo de sistema -"totalitario encubierto" que parece identificarse con los estados modernos- es notable. El régimen opera con casi total libertad e impunidad; pocos resisten aunque éstos lo hagan enérgicamente. Los ciudadanos que no quedan anulados por los efectos del libertinaje extremo y la opresión económica, ceden al Estado su libertad y derechos ante el miedo de posibles catástrofes globales. Como ya hemos dicho, los pocos que no hayan caído bajo el yugo de alguno de estos y den cuenta de la manipulación de la que son objeto -ese núcleo ígneo-, serán perseguidos por el Estado bajo cualquier tipo de acusación; desde "nazis", "fachos" hasta "golpistas" o "destituyentes".

Antes que novelistas, George Orwell y Aldo Huxley fueron hombres eminentementes políticos e intelectuales. Pero ante todo y por lo mismo, fueron atentos observadores de los hombres, de las coyunturas de los tiempos y sus signos.

Al momento de la confección de sus obras, ya habían irrumpido públicamente (de modo más o menos solapado) múltiples laboratorios sociales (Por ejemplo, la Escuela de Frankfurt) y disciplinas orientadas y dedicacas a la modificación de la conducta del individuo con fines de manipulación social. Una de ella fue la denominada "Ingeniería Social" (conocida popularmente bajo la denominación de "lavado de cerebro"). Otra fue la trepanacionlobotomía. Agreguemos por último que ya se conocían las torturas psicológicas y experimentaciones farmacológicas empleadas por los soviéticos para quebrar y/o docilizar a los descontentos con el régimen.


Fragmento extraído del libro "El Libro negro del INADI o policia del pensamiento" escrito por el Profesor argentino Cristián Rodrigo Iturralde.

Acontinuación se adjunta en modo de imagen "Las 10 estratégias de Manipulación Mediática" por Noam Chomsky: